martes, 16 de junio de 2015

¿Exabrupto o esencia?


Sólo ser distinto, muchas veces te 
garantiza la gratuidad de los exabruptos.
La descalificación constante se encuentra a la orden del día. Sin importar si eres negro, blanco, rico, pobre, exitoso, fracasado, heterosexual u homosexual, alguien encontrará un motivo para intentar mostrar su superioridad e intentar redimirte a tu mínima expresión.

Sin embargo, esa superioridad es sólo una imagen construida a partir de preceptos originados en mandatos sociales antiguos, delineados en las mentes de los sujetos cuya personalidad es denodadamente vulnerable. Y digo esto porque nadie puede prohibir que cada quien crea lo que más se le antoja ni que lo exprese, pero cada quien debe ser lo suficientemente inteligente y responsable para ser capaz de reconocer el daño que provoca al hacerlo.

La justificación permanente, inmediatamente posterior a cometer un arrebato de esencia, generalmente motivado por una situación estresante (o cuando alguien nos dice demasiadas verdades juntas que no aceptamos porque no se condicen con la alcurnia de nuestra superioridad autoinflingida), se denomina exabrupto. Alguien puede cometer la mayor aberración verbal o escrita (adicionándole en múltiples ocasiones horrores ortográficos o sintácticos), y defenderse diciendo "calma, sólo fue un exabrupto, lo que yo opino es...".

No es un exabrupto señor. La tensión nos demuestra quienes realmente somos, qué pensamos y de quién(es) lo pensamos, porque no nos provee el tiempo necesario para construir una respuesta falaz, elaborada y agradable a los oídos u ojos de aquellos que tenemos enfrente, o al otro lado del medio elegido para expresarnos.

Tal vez, será necesario aprender de nuestros exabruptos, para remover las viejas creencias y renunciar a ese tal linaje, que en lugar de elevarnos por encima de los otros, nos hunde en las más oscuras tinieblas de la hostilidad.

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