viernes, 22 de noviembre de 2013

HOPE.

There is no way
You find the way out
The labyrinth has no ending
no starting and no source 

It doesn't depend on racism
But you keep seeing all your horizon black
No matter how hard you try
Justice hand will reach you, and bring u back

No one seems to notice your glance is lost
falling down from your teary eyes
Nowhere to go, nothing to look at
Even your shadow refuses to cover your back

Wake up and walk
Turn round and assume it is over
As nobody will stop through you and show any pity
Wipe away the crumbs, u need to look sober

lunes, 30 de septiembre de 2013

Invertir para ganar

Suele pensarse que la vida es como un buen vino: cuanto más añeja, más se disfruta; o bien, cuando más interesante se torna, es cuando más cerca del fin está. También es cotidiano escuchar que hubo quien vivió la vida, y quien pasó por ella sin destaque alguno. Ambas apreciaciones están relacionadas a la vieja conocida caja negra, del "pongo esto y saco aquello", pero la relación entre un extremo y otro, no siempre sigue una tendencia lineal y mejor aún, superficialmente, puede parecernos que a pesar de contribuir continuamente al llenado de la caja, ésta jamás se completa ni desborda y, por supuesto, no genera nada.

Entonces, me pregunto: ¿cuánto hay que invertir para ganar? ¿Cuánto hay que apostar para obtener un rédito, cualquiera sea su naturaleza? ¿Es correcto invertir miles para ganar céntimos? ¿Es correcto invertir miles, y "no generar nada"?

Pongamos algunos ejemplos para situarnos más en contexto. Desde el punto de vista temporal, lo más redituable es el trabajo. Uno invierte varias horas (en mi caso, casi cinco) para ir a trabajar. Pero obtiene mínimamente nueve como "beneficio", digamos. En el otro extremo podemos considerar el momento de la cena: sea hecha en casa o producto de una salida, se invierten sendas cantidades de tiempo (o dinero) para lograr un momento que no se extiende más allá de noventa minutos (ciento veinte, si agregamos un café). Desde el punto de vista de la calidad por ejemplo, un club de fútbol compra a un jugador en cien millones de euros, pretendiendo de él... ¿qué? ¿Qué haga ocho goles por partido, de chilena, y jamás se lesione? ¿Pregonar y alardear que cuentan con el más caro del mundo, y que cuando haya elecciones, por eso deben votarlos?. Desde el punto de vista laboral, suele "darse" de uno cuanto se requiere (y siempre está quien dice que "da" mucho más de lo que debería) a cambio de un haber, que generalmente se invierte en -cada vez menos- alimentos y obra social para estar saludable, y muchas veces esos alimentos -organizados de una manera especial- se invierten para generar un momento romántico o con amigos.

Y el ciclo vuelve a empezar. Son diferentes formas de percibir el "ganar"

Se torna más difícil aún cuando el mérito, u objetivo, o resultado, no se puede medir de manera cuantificable. ¿Cuánto esfuerzo podemos invertir para obtener las gracias, o alguna comida rica de la abuela? ¿Cuánto vale una sonrisa? ¿Cuántos buenos días cuesta la confianza?

Para hacerlo aún más intrincado, supongamos que agregamos el momento propicio para invertir. Cien pesos en el momento justo de la bolsa de comercio, pueden hacernos millonarios. Más terrenalmente, el abrazo de un amigo o el "estoy", ante un momento incómodo, suele obtener una gratificación inconmensurable. Durante un accidente, nuestros ojos pueden convertirnos en la persona más valiosa del mundo para el fiscal...

Dejemos de pensar la vida en términos de caja negra. No es tan funcional el asunto.

sábado, 20 de abril de 2013

Charla de Evelinda y Don Pedro

Una tarde cualquiera, en una plaza cualquiera. Un momento, la plaza no es cualquiera. Es una plaza especial, donde comenzó mi amor por ella y que cada vez que la visito revive intacta, como si emergiera de los árboles, la magia que nos une hace ya un tiempo.

Los tres, sentados, hace 5 años y 9 meses, le dimos lugar a una historia inédita: ella, yo, y mi fiel compañero, el mate. Una mesa mansillada por los jóvenes, cubierta por venecitas blancas y negras, simulando un tablero de damas o ajedrez, para visitantes ocasionales. Pintada de verde opaco, o quizás hace algún tiempo brillante, nos invitaba a jugar al amor. Aceptamos.

Me contó de su familia, de sus parientes, de sus mascotas. Margarita Mazapán Manchitas Brisas Arias -el último, el apellido del padre de la gata-, dos pececitos, y Pitucona, una tortuga coqueta perdida casi siempre en el jardín. Pantalón de jean, zapatos sutiles como de bailarina, y una remera blanca, con pequeños estampados marrones y celestes, no revestían importancia frente al brillo de sus ojos.

Esta tarde fue distinta, nada más y nada menos que por su ausencia.

Conseguí lugar después de algún tiempo. A mi lado, en otra compañera musgo de ilusiones, Don Pedro. Ochenta y cinco años, rasgos prominentes y una gorra cómplice para ocultar su calvicie. Ojos claros, cristalinos, incapaces de traición. Manos huesudas y amplias, reflejan el desgaste de incontables años fabriles. Manejan torpemente la sintonía de un radio grabador de edad, buscando una melodía que le recuerde sus tiempos mozos, o simplemente un partido de turno. Su mirada estaba concentrada, fija, buscando en la plaza algo que no le permitiera distraerse de la música.

De pronto, llega ella: Evelinda Cerviño. Setenta y siete años, uñas prolijamente pintadas color carmín, y un peinado de peluquería. Toda su vida trabajó en una fábrica de cigarrillos. Aros delicados, y un anillo de plata que le dejó su mamá..
Las manos grandes apresuradamente disminuyen el volumen hasta apagar aquél aparato intruso, hasta hace segundos el mejor aliado en el combate contra la soledad.

-Estoy con mi hija y mi nietito, aquél de remerita roja. Tiene seis años ya.
-Ah mire
-¿Por qué apagó la radio Don Pedro?
-Porque estamos conversando, sería una falta de respeto.
-Pero capaz escuchamos un tango lindo... Yo cada tanto voy a la milonga. Mi hija siempre me dice "preguntale a Don Pedro si él va, capaz pueden ir juntos", como siempre nos ve conversando. Pero no, digo yo, debe tener que hacer sus cosas.
-¿Y dónde va usted?
-A la sociedad de fomento, ahí atrás de Velez.

...

-Cómo ha cambiado todo Don Pedro no.
-Y si
-Yo cuando trabajaba en la fábrica de cigarrillos, cada una hora, teníamos media de descanso. Nosotras íbamos al baño, nos cambiábamos, y salíamos lindas, con el rulero y todo
-Seguro usted no habrá tenido mucho trabajo
-¿Por qué lo dice?
-(Se sonroja) Porque me parece una buena persona, tiene una linda conversación.
-¿Usted me quiere decir que me ve linda?
-No no, yo decía que...
-Pasa que yo siempre trabajé con gente, entonces me acostumbré a charlar.
-Claro, yo en el balancín mucho no charlaba. Al principio era peón. Pero yo quería ganar plata, para comprar muebles, alimento, esas cosas vio. Fui peón durante tres años. Un día vino el capataz y me dijo "Varela, desde mañana, usted va a la máquina". Y ahí era como si me hubiera sacado la grande...
(Interrumpe la hija)
-Mamá, vení que te quiere saludar Claudia. Es un ratito Don Pedro, ya se la devuelvo.
-Por favor, faltaba más.

La mirada de ese hombre viendo alejarse a su compañera era más que triste, como un perro que ve perderse en el horizonte el auto de su amo, descubriéndose en abandono. Otra vez, casi pidiéndole disculpas al radio grabador, lo enciende. Tenue, casi imperceptible. Se acerca para generar intimidad.

...

-Bueno, vine otro ratito Don Pedro. Es Claudia, una amiga de mi hija. Ella tiene esa camionetita ve, aquella blanca.
-Ah si. Linda. ¿La trabaja?
-Sí. Reparte. Yo siempre le digo que hablo con un hombre, que se llama Don Pedro, en la plaza, y bueno, ahora dijo que venía a saludar.
-Ah, le contó de mi
-Si. No tengo por qué mentir, si vengo a charlar con usted no voy a andar diciendo cualquier cosa
-No, yo no quise decir eso

Nuevamente, su hija interviene en la comunicación:
-Mamá, voy con Claudia y los chicos a comprar facturas. ¿Te quedás un ratito acá? ¿Don Pedro, me la cuida? Ella no puede ir sola hasta la casa.
-Si como no, seguimos conversando otro rato. Vaya tranquila. Yo me quedo acá un poco más.
-Ojo eh, mire el tesoro que le estamos dejando -acota Claudia

Todos ríen. La hija me mira, y me pregunta: "¿A vos te parece?". Sólo encontró mi sonrisa. Nada más me generó esa charla que la felicidad misma. Ojalá hubiera traido el termo grande, para no tener que irme tan pronto.

lunes, 25 de febrero de 2013

Tardes de bondi...

Centrás tu mirada en el horizonte. Allá, en el puntito donde la parte convexa del asfalto se funde con la copa del ombú. Buscás algo antinatural, raro, excéntrico. Algo cuadrado con un número de LED al frente. Por suerte el pronóstico para hoy anuncia cielo despejado y 37 grados a la sombra (beneficio que disfrutan los de la segunda fila, a la cual no pertenecés). Alguien te pregunta: ¿esta cola para cuál es?. Firme, respondés: "para el que va a ford", aunque no tenés la más pálida idea. Finalmente, el humo de la lámpara maravillosa (o de algún escape que no pasó la VTV) se disipa y emerge él, vacío, único, y con la mugre característica de la línea. Porque no sé si se fijaron, pero cada línea tiene su "dibujito" en lo roñoso. Pareciera que el mismo Quinquela que le hizo los firuletes al costado hubiera mojado el dedo índice para destilar un "sucio lavame" llegando al guardabarros trasero. Si en este momento apareciera el genio, sólo querrías uno de tus tres deseos: un asiento libre.

Curiosamente, ese tan ansiado, ese al que vos esperaste tanto, el que tanto te inquietó, ¡te ignora! La gente que empieza a subirse es de otra cola, que también va a ford, pero formada por los que van "libres" al primero que aparezca. Es como la defensa de Boca: hay cuatro que hacen marca personal, y el resto se encarga del que llega ocasionalmente a cabecear. No tenés tiempo de pedir permiso. ¡Se están colando viejo!

"Seis", le indicás al chofer con la misma vehemencia que respondiste al de la cola. El tipo erige levemente la ceja derecha, y desubicadamente te pregunta "¿Hasta dónde viajás flaco?", echando por tierra tu cohartada. "Acá nomás, hasta el puente". Setecientos treinta y cuatro puentes tiene la General Paz. "Seis setenta y cinco" te tira frío, y una risa socarrona denota su triunfo.

Adentro, bolsos, mochilas, bolsas, carritos, celulares, viejas, parecen ser cómplices para impedirte el paso. El flaco del medio jamás se enteró que venías pidiendo permiso. Sus tétricos auriculares expiden un monofónico sonido tropical y no se saca la mochila, que mide como un metro cuadrado. Es el impenetrable del pasillo central. Lo cuerpeás al mejor estilo pilar de rugby, y te mira desafiante, casi que con desprecio.

Abríendote paso llegás hasta casi el fondo, donde un obrero de uniforme de grafa te mira fijo mientras piensa "me tocaste el culo recién". Y vos, por cordialidad, le sonreís, dándole a entender que además de tocárselo te gustó... A pesar de que el invierno pasó hace tiempo, las ventanas gozan de una resistencia magnífica a abrirse. Del aire acondicionado del laburo, al baño turco público.

Cerrás tus ojos y pensás "que pase lo más rápido posible"...

lunes, 18 de febrero de 2013

Hablando en difícil

Los menesteres de la vida me han llevado a expresarme de manera literal, sintáctica y lexicográficamente correcta. El vasto material que leí durante mi carrera, y el material de diversa índole que proceso hoy día, me fuerzan a enfrentar una posición crítica respecto a cuan beneficioso y agradable es respetar aquellas reglas o normas que en su momento, alguien se encargó de redactar, y conseguir los avales correspondientes para ponerlas en vigencia.

Para muchos, hablo en difícil, tarea en desuso para los tiempos modernos. Utilizo condicionales y modo subjuntivo en ocasiones diferentes, porque no todo es "habría", "hubiera" tiene su mérito también...

Dudo de las versiones que presentan los noticieros, y de las víctimas "aproximadamente" muertas o heridas. Me irritan los errores, y más profundamente los míos. Sin embargo, me alegra tenerlos, porque suelen representar oportunidades de mejora tanto personal como profesionalmente hablando. Me molesta además la diferencia de criterio sobre un mismo punto de la misma persona a lo largo de una nota, resumen, documento, etc: por ejemplo, si en la página 2 de un procedimiento escribís "el disco es re-gravable", mantené esa tendencia, no pongas "re grabable" en la página 5 y "re grabavle" en la 7. ¿Me explico?

Me he ganado el odio de otros muchos, que dicen que siempre ando corrigiendo a la gente. Por la misma razón, no suelo ser muy popular o "copado" en los ambientes en los cuales participo. Mas, he generado admiración en otros, porque me imaginan muy formado o culto.

Creo que voy a tener que mejorar (o empeorar), sólo para sentirme incluido.

jueves, 3 de enero de 2013

Amada Mutisia

 Un horizonte puro duerme su lumbre sobre un manto cristalino
Oleaje tímido que mece los barcos armónicamente

Furiosas ráfagas de libertad invaden la tarde
invitando a la luna a un romance tórrido
Libran su batalla frente a los álamos pacientes
Que conocen su triunfo de antemano

Dos cedros añosos acunan al sol
que tarde o temprano se sentirá incómodo y caerá

Una hilera de adoquines se lleva consigo el paisaje
lo oculta donde nadie pueda verlo
Tizna los cercos fronterizos de carbón
y apaga la imagen en la distancia

Walter
31-12-2012
17:53