martes, 27 de junio de 2017

Historias viejas

Revolviendo en mi valijita de consultor ajetreada, casi derruída por el paso del tiempo, me encontré una solución a un problema recién nacido. Lo curioso fue que más allá de la fecha y el logo, no hubo que modificarle prácticamente nada para que funcione...

Entonces, me pregunto: ¿cómo es que una solución ideada aún antes de haber nacido el problema mismo es útil? La respuesta es simple: conforme el progreso, los avances de la tecnología y las nuevos desafíos que nos plantea el mercado, hemos incrementado significativamente nuestra habilidad para crear problemas. Pero no cualquier problema, uno con bluetooth, GPS, y en full HD...

Sin embargo, es pura habilidad y paciencia la interpretación y desmenuzado del problema, para comprobar que, más allá de las estrellitas de colores, su esencia se mantiene. Divide y reinarás, decía hace un tiempo un acertado Maquiavelo, que no tenía idea de la sinergia. Un japonés más piola, Ishikawa, un rato más tarde ideaba una técnica llamada "diagrama de espina de pescado", o más popularmente conocida como "la técnica de los 5 por qués". La técnica tiene 20 años, y sigue resolviendo problemas hasta el día de hoy. Un visionario el tipo. ¿Sería consultor?

Ya que ando de cabeza fresca se me dio por transpolar la idea hacia la vida misma, y dejar un mensaje alentador: cuando enfrentás una dificultad, la primera reacción es sentirse apabullado y buscar una salida fácil, probablemente negándola u ocultándola. Pero, si te centrás en tus conocimientos y capacidades, probablemente puedas desarmarla hasta sus hebras, y atacarla desde la experiencia.

jueves, 15 de junio de 2017

Objetivos


Motivación disfrazada como objetivos. ¿Qué motiva a cada persona a ser como es, o mejor aún, a actuar como actúa? Viejo devanado de sesos que existe desde el comienzo mismo de la historia. Justificante de actividades, de políticas, o de decisiones (en ocasiones de propósito dudoso y extremadamente invasivas) de las áreas de Capital Humano de las empresas.

En distintos órdenes de la vida, perseguimos un objetivo. En el libro de sinónimos podemos encontrar meta, fin, propósito, mandato, conclusión, logro, mérito, y otras variantes más del mismo vocablo. Los hay de variadas dimensiones y plazos. Los hay onerosos y gratuitos. Los hay también ambiciosos y simples. En resumen, nuestra estancia en el mundo de los vivos se traduce en ir saltando entre las rocas que suponen aquello que creemos que es fundamento suficiente para invertir un esfuerzo.

Sin embargo, a veces la persecución resulta más divertida o adrenalínica (si se me permite el término) que el logro del objetivo en sí. La pregunta más difícil de responder luego es: ¿y ahora qué? Hay quienes perciben la obtención como un potenciador, y como contrapartida existen aquellos que caen en cuenta de que no hay más por qué luchar.

En mi opinión, más cerca estaremos de cumplirlo cuando menos tiempo pasemos pensando en ello. Si enfocamos nuestros recursos y capacidades hacia ese horizonte, quizás en derredor ocurran otros hechos, aparezcan otras personas, se manifiesten otros sentimientos, los cuales menospreciaremos e ignoraremos por no ser dignos de nuestro objetivo.

viernes, 9 de junio de 2017

Estructuras Benditas

Tengo 31. Soy Ingeniero. Una carrera exacta (por no decir predecible). Entonces, estoy acostumbrado a que aplicando determinada fórmula llego a un resultado deseado, o sé que si cuento con cierta información, puedo obtener lo que busco. Esto implica que existe un conocimiento inherente con el cual debo contar para poder demostrar mi destreza. Y también implica que el no contar con ese conocimiento, mínimamente me provoca resquemor.

El principal inconveniente se desencadena cuando me concentro demasiado o trato de encontrar una respuesta que, además de ser correcta, tiene que ser lo suficientemente buena para que me conforme. Usualmente ese proceso lleva tiempo, y mientras tanto la vida pasa por delante como un elefante blanco y yo sin darme cuenta.
Se supone que siguiendo una rutina estructurada los sobresaltos se verán limitados a su mínima expresión, por lo cual el trajinar debería ser suave, con desniveles, mas sin pendientes frenéticas que alboroten las hormonas. La placidez es una garantía que trae aparejada una tranquilidad difícilmente capaz de ser derrocada.

Ahora bien, ¿es eso lo que quiero? O mejor aún, ¿es ese mi destino? Afortunadamente, no.

¿Qué pasa cuando, por ejemplo, caminando en busca de tu almuerzo aparece una mujer hermosa, de ojos oscuros, detrás de los cuales sólo vos podés ver la luz? En la mente estructurada, todo lo que contribuya al objetivo es un recurso, y cualquier otro elemento que afecte el cumplimiento del objetivo representa una amenaza (o al menos un imprevisto) y debe ser eliminado. Pero, entonces, ¿qué pasa si la mujer resulta lo más bonito de tu paseo, y tu almuerzo se transforma luego sólo en una anécdota? ¿Dentro de qué parámetro ingenieril caben estas ideas osadas, que no conducen a otro objetivo que una suerte de fascinación?

Más allá del ejemplo ilustrativo, el punto es que en mi opinión no hay una carrera o experiencia que te brinde las herramientas necesarias para el éxito, definiendo al éxito como una persona completa, reuniendo todos los aspectos personales y/o profesionales que puedan existir, y perfectamente capaz de responder a todos los desafíos que se le presenten. Él día que eso pase, nos veremos condenados a un destino plagado de satisfacciones, pero jamás oiremos hablar de la adrenalina. Aún los más estructurados necesitamos (o, me atrevería a decir que buscamos), eso (o esa persona) que patee el tablero y nos muestre el lado prohibido de la vida.