Tengo 31. Soy Ingeniero. Una carrera exacta (por no decir predecible). Entonces, estoy acostumbrado a que aplicando determinada fórmula llego a un resultado deseado, o sé que si cuento con cierta información, puedo obtener lo que busco. Esto implica que existe un conocimiento inherente con el cual debo contar para poder demostrar mi destreza. Y también implica que el no contar con ese conocimiento, mínimamente me provoca resquemor.
El principal inconveniente se desencadena cuando me concentro demasiado o trato de encontrar una respuesta que, además de ser correcta, tiene que ser lo suficientemente buena para que me conforme. Usualmente ese proceso lleva tiempo, y mientras tanto la vida pasa por delante como un elefante blanco y yo sin darme cuenta.

Ahora bien, ¿es eso lo que quiero? O mejor aún, ¿es ese mi destino? Afortunadamente, no.
¿Qué pasa cuando, por ejemplo, caminando en busca de tu almuerzo aparece una mujer hermosa, de ojos oscuros, detrás de los cuales sólo vos podés ver la luz? En la mente estructurada, todo lo que contribuya al objetivo es un recurso, y cualquier otro elemento que afecte el cumplimiento del objetivo representa una amenaza (o al menos un imprevisto) y debe ser eliminado. Pero, entonces, ¿qué pasa si la mujer resulta lo más bonito de tu paseo, y tu almuerzo se transforma luego sólo en una anécdota? ¿Dentro de qué parámetro ingenieril caben estas ideas osadas, que no conducen a otro objetivo que una suerte de fascinación?
Más allá del ejemplo ilustrativo, el punto es que en mi opinión no hay una carrera o experiencia que te brinde las herramientas necesarias para el éxito, definiendo al éxito como una persona completa, reuniendo todos los aspectos personales y/o profesionales que puedan existir, y perfectamente capaz de responder a todos los desafíos que se le presenten. Él día que eso pase, nos veremos condenados a un destino plagado de satisfacciones, pero jamás oiremos hablar de la adrenalina. Aún los más estructurados necesitamos (o, me atrevería a decir que buscamos), eso (o esa persona) que patee el tablero y nos muestre el lado prohibido de la vida.
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