miércoles, 2 de noviembre de 2011

Me sentí mejor

A veces viene bien saber. Y a veces es útil tener el teléfono del que sabe. Y por suerte yo al que sabe lo tengo sentado al lado todos los días -menos los que no viene, o de vez en cuando se opera viste....

Hablo de Mariano. Viendo su blog me convencí de que vale la pena luchar por los ideales, y también por lo que uno quiere o siente que necesita, lo cual no necesariamente tiene que ser un ideal. Es de esos tipos positivos, a los cuales si les rompen el traste dicen "tener el culo roto es una oportunidad". También hablo de Daniela, Gisela, Franco, y otros más (que no tienen blog...). Gente que se le planta a cada desafío y para sorpresa de muchos, hacen touché.

Y en esta oportunidad, sentí que necesitaba cambiar. Incorporar algo nuevo, gastar las monedas que me quedaban en el chanchito antes de que caduquen, ya sea por su valor, o porque cambie la moneda nacional. Aprendí que lo que tengo vale, mucho o poco, no importa. Para mí, vale. Si a otro le parece que no vale de nada, allá él, a mi me resbala. Y cuando hablo de monedas no hablo de plata, sino de actitudes, valores o capacidades que sabés que poseés, pero que por una cosa o por otra no podes o no querés expresar. Pero llega un punto en el que todo se junta y explota de la peor manera (pongan en wikipedia Teoría del big bang).

Me dí cuenta de muchísimas cosas con solo mirarme. Por dentro y por afuera. 25 años. Algún pelo que otro canoso, de aquellos fuertes que van quedando y no se rinden ante la pelada avasallante. Lentes (seguro, siendo informático, es casi inevitable). 1 metro 81. Buen tipo. Espontáneo. Ignorante completamente respecto a la moda (igual, nunca llegué a ponerme zapatillas rojas...). Fornido (saludable diría la nonna querida...). Y capaz.
Y cuando dije capaz, la cosa cambió.

El domingo a la tarde estaba lindo, tipo 4. Después de leer el post "Se puede", dije "sería lindo ir a caminar". Y fui. Por ahora van 3 días que camino ininterrumpidamente, y hasta ayer me animé a correr. Obviamente, fueron los 30 segundos más extenuantes en los últimos 5 años. Pero el segundo número 31 fue increíble. Pude.

Tengo la cabeza llena de ideas. Y de estupideces también, como todo adulto que reniega de su falta de adolescencia. Y como dicen quienes entienden algo del funcionamiento cerebral, las ideas no se borran; se empastan. Están pero al no usarlas, o no frecuentarlas a menudo, parecen olvidarse.

Las charlas que tengo con los mencionados arriba te hacen sentir que no te chifla el moño. O que sí te chifla. Y bien fuerte. Pero te enseñan que tenés que estar orgulloso de eso.