miércoles, 8 de junio de 2016

Aires de Cambio


Un nuevo viejo tema se me viene a la mente esta noche. Es viejo porque ha sido musa de muchos autores y se ha desarrollado en una gran variedad de gèneros literarios. Es nuevo porque me ocurre a mi, en este momento. Ahora bien, si extrapolamos este momento a mi trajinar por la vida, no es mi primer encuentro con una instancia de este estilo. Entonces sería un viejo viejo tema, mas eso sería retorcer demasiado la idea, y no es la idea... En fin.


Qué complicado resulta cuando uno se ve envuelto en una necesidad de cambio. Es complicado porque uno se encuentra cómodo, tranquilo, y se regodea de sus capacidades y las relaciones personales que ha conseguido. Conoce los límites: sabe qué decir y cómo actuar, cuando utilizar la picardía, cuando la destreza, y el momento justo para dar un paso más allá. El temor más grande es el abandono hacia el desafío, dejar todo atrás y partir hacia un rumbo nuevo que te de aquello que el viento de cambio busca imponer (En un escrito anterior hubiera puesto "que te de felicidad". Mi experiencia profesional me enseñó que el cambio es inevitable, y un par de traspiés personales me mostraron que es necesario el fracaso para conocer cómo levantarse. Es por eso que en esta prosa me inclino por un término algo más genérico respecto a la búsqueda -disculpe señor lector si encuentra este gesto algo vulgar-). 

Sin embargo no hay nada más simple que un cambio. No hay nada más fácil. Solamente uno tiene que cambiar, y eso sería todo. No es necesario ser un pensador eximio para denotar que la cantidad de ataduras es inversamente proporcional a la liviandad para tomar una decisión al respecto. Si tan sólo pudieran ponerse todos los factores sobre una balanza de mercado, y el producto resultara un claro desequilibrio en uno u otro sentido, el proceder saltaría a la vista. Pero no. En el primer pesaje todo queda inmóvil, exactamente en el cincuenta por ciento del asunto. Además, la mente hace que el peso de cada factor termine siendo relativo, en detrimento de otro factor más "importante".

Ahora la intriga que me surge es: ¿es difícil cambiar o lo difícil es decidirse por el cambio? 

He oído cientos de veces hablar de motivación, de satisfacción, de mérito y de algunas otras cosas tan impersonales que hasta me generan temor. Es prácticamente inverosímil creer que cada ser humano va a motivarse, sentirse satisfecho u orgulloso a través del mismo método o con la misma premisa y resultado. Justamente, los caramelos que no entran en un primer intento dentro del frasco son aquellos que se recuerdan, aunque más no sea a través de alguna grosería. Los tiempos que corren (velocistas, diría yo) no permiten el análisis puntual a fin de determinar la casuística de la necesidad del cambio. Mucho menos identificar que tras todos intentos abrumadores de persuasión se encuentra una persona. Preocupa aún más cuando los motivos que originan el deseo de cambio se exponen a viva voz (aunque indirectamente, vale aclarar), y quienes deben percibirlos -y uno entiende que están capacitados para ello- continúan hurgando en su gastada cajita de soluciones premoldeadas. 

El mundo cambió. Nosotros también.