miércoles, 24 de septiembre de 2014

Cuestión de adaptarse...

Qué situación incómoda cuando necesitás plata y tenés plata, aunque no en el formato correcto.

-Me ha pasado tener ganas de comprar un chicle, y tener sólo la tarjeta de crédito.
-Me ha pasado ver una super oferta, momentánea, y que lo que hay en mi billetera no alcance, teniendo límite pleno en la tarjeta de crédito que dejé en la mesa de luz
-Me ha pasado subir al colectivo, y que me rechacen por no tener crédito en la SUBE, a pesar de tener los bolsillos llenos de crédito.
-Me ha pasado tener $200 de crédito en el celular, y $15 para comer a fin de mes
-Me ha pasado tener crédito en mi cuenta de mercado pago, y que no sea suficiente para comprar nada
-Me ha pasado tener una tele y colchón nuevos, y no tener plata para comprar una casa donde ponerlos
-Me ha pasado tener un cheque de $10000, un día de asueto bancario
-Me ha pasado tener monedas, y enfrentarme a una máquina de golosinas

La impotencia monetaria misma

lunes, 8 de septiembre de 2014

Mural

Si tu vida fuese un mural, ¿qué pintarías en él? Vieja pregunta que acecha mi mente hace un largo tiempo, y amenaza con pasearse en el inconsciente indeterminadamente...

Comprenderás que como todo amante de la literatura (y novato de la escritura) no es una de mis grandes virtudes la paciencia. Y menos aún si se trata del mural.

Como primera instancia, aunque tuvieras a tu disposición una infinita paleta de colores, tu primer muestra de valor sería tomar el pincel. Todos podemos pintar, mas sentir la oportunidad de crear justo en tus manos, suele ser el gran desafío. ¿Cuántos tendrán el coraje de ser los artistas de su propio destino? Quizás te excedas en colores y garabatos, y aún así no logres pintar. Quizás con sólo uno, y no más de dos palabras, sea suficiente para mostrar tu sencillez y humildad.
Si mi vida fuese un mural, yo pintaría un libro. Un libro para mi es un deseo. La forma de mostrarle al mundo lo que quiero, y mejor aún, quien soy. A su lado plasmaría un árbol, frondoso, con tantas ramas como actitudes, con tantos brotes como ideas.

¿Por qué no pintar una escalera al cielo, donde cada peldaño sea un hito y ser solidario el horizonte? Simplemente porque siento que no podrías hacerlo solo. ¿Queda cobre en tu paleta? Necesitas pintar a tu mascota, para modelar tu compañía... Tal vez decidas pintar una pequeña huella en cada escalón, y así asegures que tus padres están contigo. Tal vez el cielo hacia donde la escalera conduce esté plagado de estrellas, una por cada ser querido que necesites.

Una cueva tenebrosa, de perspectivas lúgubres y escabrosas, dejarían constancia de tus miedos. Un bote de un solo remo sería la escena ideal para tus objetivos. Intrincados, muchas veces confusos y prácticamente inalcanzables. Eso sí: no olvides luego, en algún lugar lejano de tu mural, pintar el otro remo...

Aquí tienes una brocha. ¿Te atreves a pintar?

miércoles, 9 de julio de 2014

PGRP

De pequeño solía creer que la felicidad se hallaba en las cosas grandes, en los objetos más voluminosos. Entonces, creía ser feliz al recibir el presente más importante, el juguete de mayor porte, la prenda más onerosa.

 También creía que cuando uno tenía la fortuna de ser feliz (porque la felicidad no era para cualquiera, sino sólo para quien la merecía) tenía que mostrarlo al mundo entero. Es más, si fuera posible, burlar socarronamente a los infelices, pavoneando mi felicidad por delante de sus narices, sin compartirles siquiera una gota.

Además, pensaba que la felicidad era para un momento, no algo cotidiano. Un cumpleaños, una salida al parque de diversiones, una tarde colmada de pochoclos en el cine. Como si fuera necesario proponerla, buscarla, indagar hasta encontrarla y sólo después, sentarse a disfrutarla.


Con el paso del tiempo, pude darme cuenta que la felicidad no es un momento ni un juguete caro. La felicidad está latente, en todo cuanto quiera y pueda pensar, aguardando a ser descubierta. Serán mi pericia o ignorancia las que me permitan o impidan ser feliz.

Comprendí que la felicidad es un intercambio. Si quiero ser feliz, tendré que desprenderme de mi envidia y egoísmo. Hasta podría contar que la felicidad es un horizonte, y cuanto más dinámico sea mi mundo más se alejará. Mas no puedo dejar de intentar alcanzarla.

Si me lo propongo, puedo ser feliz con tan sólo una sonrisa. Si me lo propongo, puedo ser feliz con tan sólo una lágrima. No necesito nada de gran tamaño. Puedo ser feliz alzando a mi bebé, mientras su mano diminuta intenta abrazar mi pulgar enorme. Puedo ser feliz pateando una pelota, meciendo una hamaca, o haciendo la tarea.

Más allá de poder sentirla y disfrutarla, mi lección más importante ha sido que puedo compartirla, y hacer feliz a alguien más.

miércoles, 14 de mayo de 2014

Anomalías temerarias en el 28

Culmina mi jornada laboral. Tomo el autobus de regreso a mi morada. Tal como un día hábil cualquiera, su pasaje se presenta opíparo. Al llegar a una zona de detención, se produce un cataclismo inédito: una horda de execrables sujetos se abalanzan sobre la puerta trasera, intentando ascender a través de ella. Claramente vulneran el indefenso cartel que reza "descienda por atrás". Sin embargo, no se conmueven. Es más, ni siquiera se inmutan. Sólo algunos de ellos esbozan una sonrisa burlona en señal de triunfo. Impávido ante tamaña muestra de desprecio por el propio bienestar y las buenas costumbres, apenas distingo al conductor, quien sordamente esgrime el inicio de una gresca, al indicarles vulgarmente que su modo de proceder no es el correcto. Finalmente, se resigna a la derrota y emprende nuevamente la marcha. Una anécdota más que cuando anciano, trasladaré a mis impúberes nietos ávidos de mundo