lunes, 30 de septiembre de 2013

Invertir para ganar

Suele pensarse que la vida es como un buen vino: cuanto más añeja, más se disfruta; o bien, cuando más interesante se torna, es cuando más cerca del fin está. También es cotidiano escuchar que hubo quien vivió la vida, y quien pasó por ella sin destaque alguno. Ambas apreciaciones están relacionadas a la vieja conocida caja negra, del "pongo esto y saco aquello", pero la relación entre un extremo y otro, no siempre sigue una tendencia lineal y mejor aún, superficialmente, puede parecernos que a pesar de contribuir continuamente al llenado de la caja, ésta jamás se completa ni desborda y, por supuesto, no genera nada.

Entonces, me pregunto: ¿cuánto hay que invertir para ganar? ¿Cuánto hay que apostar para obtener un rédito, cualquiera sea su naturaleza? ¿Es correcto invertir miles para ganar céntimos? ¿Es correcto invertir miles, y "no generar nada"?

Pongamos algunos ejemplos para situarnos más en contexto. Desde el punto de vista temporal, lo más redituable es el trabajo. Uno invierte varias horas (en mi caso, casi cinco) para ir a trabajar. Pero obtiene mínimamente nueve como "beneficio", digamos. En el otro extremo podemos considerar el momento de la cena: sea hecha en casa o producto de una salida, se invierten sendas cantidades de tiempo (o dinero) para lograr un momento que no se extiende más allá de noventa minutos (ciento veinte, si agregamos un café). Desde el punto de vista de la calidad por ejemplo, un club de fútbol compra a un jugador en cien millones de euros, pretendiendo de él... ¿qué? ¿Qué haga ocho goles por partido, de chilena, y jamás se lesione? ¿Pregonar y alardear que cuentan con el más caro del mundo, y que cuando haya elecciones, por eso deben votarlos?. Desde el punto de vista laboral, suele "darse" de uno cuanto se requiere (y siempre está quien dice que "da" mucho más de lo que debería) a cambio de un haber, que generalmente se invierte en -cada vez menos- alimentos y obra social para estar saludable, y muchas veces esos alimentos -organizados de una manera especial- se invierten para generar un momento romántico o con amigos.

Y el ciclo vuelve a empezar. Son diferentes formas de percibir el "ganar"

Se torna más difícil aún cuando el mérito, u objetivo, o resultado, no se puede medir de manera cuantificable. ¿Cuánto esfuerzo podemos invertir para obtener las gracias, o alguna comida rica de la abuela? ¿Cuánto vale una sonrisa? ¿Cuántos buenos días cuesta la confianza?

Para hacerlo aún más intrincado, supongamos que agregamos el momento propicio para invertir. Cien pesos en el momento justo de la bolsa de comercio, pueden hacernos millonarios. Más terrenalmente, el abrazo de un amigo o el "estoy", ante un momento incómodo, suele obtener una gratificación inconmensurable. Durante un accidente, nuestros ojos pueden convertirnos en la persona más valiosa del mundo para el fiscal...

Dejemos de pensar la vida en términos de caja negra. No es tan funcional el asunto.