miércoles, 22 de julio de 2009

"La verdad me decepcionaste"

¿Cuántas veces hemos escuchado la frase que lleva como título este post? ¿Y hasta que punto conocemos la decepción como para saber que estamos inmersos en ella?

La decepción se manifiesta (o nace) cuando luego de haber hecho mentalmente ambientes ideales, uno comprueba una desviación respecto de sus pensamientos con la realidad. Por ejemplo, cuando uno piensa que tal espectáculo o película "debería" de ser grandiosa por el costo de la entrada misma. Luego de verlo/a, comprobamos que nos dejó "con gusto a poco". Es decir, la verdad, nos decepcionó.

Entonces, ¿hasta que punto puede alguien imaginar sus ideales, sabiendo que cuanto más altos y difíciles de concreción sean estos, existe un mayor y temible riesgo de decepcionarse?. Pero, por otra parte, ¿que sería de nosotros si no profesáramos la ilusión como parte de nuestra rutina? Porque a pesar de tener que hacer cola para todo, uno tiene la ilusión de un día llegar a la municipalidad y encontrarla vacía, con todos los empleados alegres y con predisposición para atender. Si si, ya sé, es un sueño por demás utópico, pero un sueño al fin...

Es aborrecible pensar en una vida sin sueños, sin ilusión, sin mística. Es preferible a veces quedarnos con la imposibilidad de creer como el mago introdujo a su voluptuosa asistente en una caja, la cortó como una pizza, y ésta, sale luego de la misma caja sonriendo y comiendo manices salados al mismo tiempo... Y, desde luego, es decepcionante ver el "detrás de escena" donde se aprecia que el mago en realidad cortó una caja vacía, carente de vida.

El que no se arriesga a soñar, no se decepcionará de seguro, pero, ¿cuántas experiencias estamos dispuestos a perder por no arriesgarnos a soñar?

No hay comentarios:

Publicar un comentario