Así me siento.
Como una cucaracha a la que recién acaban de rociarla entera con insecticida. Boca arriba, moviendo sus patitas, intentando recuperar el último aliento de vida, inútil.
El final está ya sentenciado y sin embargo, trato de imaginar una película distinta, o cerrar los ojos a un destino escrito en Arial Negrita tamaño 32. Trato incomprensiblemente de apostar mi vida a tratar de cambiar mi suerte, que alguien ha tenido la suerte de decidir por mi.
Último esfuerzo, en vano. Me detengo. El pesticida acabó con mis sueños.
lunes, 14 de marzo de 2011
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