martes, 21 de febrero de 2017

Desesperaciòn por crecer

Desde pequeños nos han amedrentado con la idea del crecimiento, en todos y cada uno de sus colores y sabores.

  • Cuando niños, debíamos crecer en estatura y tamaño, para ser fuertes, estar sanos, y evitar cualquier enfermedad que osara aprovecharse de la salud de un joven debilucho

  • Unos años más adelante, debíamos crecer en responsabilidades, llevar adelante el secundario excelentemente, dado que era nuestra única ocupación

  • Ya en la etapa de adolescencia, debíamos crecer en carácter, forjando nuestra personalidad, enfrentando las primeras reacciones hormonales, las dificultades, la timidez, el pavor por lo desconocido y nuestro inicio en el emocionante y cruel mundo del amor

  • En los principios de la adultez, se nos presenta la necesidad de crecer profesionalmente, para poder obtener mayores oportunidades, en un mundo frenético donde se rasgan las vestiduras por los talentos, aunque no así por su reconocimiento

  • En la mitad de la vida sentimos un deseo de crecer en familia, de crear un futuro, de tener una descendencia de la cual estar orgulloso en público, pero a la cual no dejar de apuntalar en privado. Sentimos que necesitamos, necesitamos sentir.

  • Adentrándonos en la vejez, ya no queremos seguir creciendo, pero no podemos evitarlo. Vemos el crecimiento en nuestros nietos, y nos damos cuenta de que el tiempo y el ritmo en el que crecimos es muy distante a los cuales ellos crecen.

  • En nuestra última etapa, desearíamos jamás haber crecido.

Destaco por eso que siempre que se nos solicite, o sintamos el deseo de crecer, tengamos claro el horizonte, el porqué, hacia dónde y hasta cuándo. Ya habrá tiempo para preocuparnos por el cómo.

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