lunes, 7 de junio de 2010

Sensación de frío.

No es ninguna novedad que está por llegar el invierno. Tampoco es novedad el viento, las bajas temperaturas, y más aún, esa llovizna que no moja, pero que cuando cae sobre la cara te la humedece, y en complicidad con el viento, hace que se te paspen los labios.

Salís de bañarte en ojotas o descalzo. Y tenés que tener una alfombrita para pisar porque sino te invade un escalofrío que te recorre el cuerpo entero. Sin mencionar que cuando abrís la puerta del baño se mete un chiflete bárbaro.

Empezás a jugar como los nenes, haciendo humito con la boca. Comprás guantes ridículos con los dedos de colores, que no ceden más de medio centímetro, a pesar de proclamarse como "mágicos". Los laboratorios que hacen antigripales o jarabes para la tos gritan de felicidad como Edenor cuando encendés una estufa eléctrica.

Te levantás diez minutos más tarde de lo que te hubieras levantado si no hiciera frío. Ponés la radio para que te haga compañía mientras desayunás, tipo 5:30 o 6, y te sorprende Magdalena Ruiz Guiñazú en su programa diciendo "¡¡Ay pero que frío que hace!!" Brrrrrr, más frío...

Si ves un indigente durmiendo en la calle, tapado con treinta y siete frazadas, te da más frío, y automáticamente empezás a pensar el porqué de tanta injusticia. Como alguna vez me dijeron en Bariloche, "el frío mata la moda", y me refiero a que no importa si combinás colores, o te ponés algo para lucirte, lo importante es estar calentito.

Sensaciones de frío, más que el frío en sí mismo.

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