martes, 10 de agosto de 2010

Bajate de la moto

Tranquilo. Sereno. No frenético. Como diría un famoso comercial: holgaaaaaado.

¿No pudiste? No te hagás problema. El común de la gente no encuentra ni un mínimo rato en el día (o en su vida) para bajar un cambio.

¿Vas hasta al baño con el celular? ¿No podés esperar a que se llene el depósito para volver a tirar la cadena? De nuevo, no te hagás problema. El común de la gente lo sufre.

¿Cuándo se abre la puerta del ascensor, esperás a ver si hay alguien que quiere salir, o te atolondrás para querer entrar? Eso, si tiene algún nombre, para mi se llama "síndrome de subte".

¿Te doy otro dato? Ni siquiera es culpa tuya. Te ves envuelto en lo frenético del mundo permanentemente, donde para ser exitoso, hay que hacer las cosas bien, y sino, al menos rápido. Y cada vez la tranquilidad se busca más, se desea más, se necesita más. Y no hay que ser un premio nobel en economía para darse cuenta de que cuanto más aumenta la demanda, el bien se torna escaso, y más cuesta conseguirlo. Entonces, para salvarte de la locura, buscás irte de vacaciones a un lugar paradisíacamente tranquilo, que cuesta mucha plata. ¿Y cómo conseguís esa plata? Esforzándote en tu trabajo, consiguiendo más en el mismo tiempo, exprimiéndote las neuronas, extenuándote, terminando por odiar todo eso que hacés.

Y ahí la cosa cambia. Ahí, la culpa sí es de uno. Cuando no podés poner un límite y decir basta. El torbellino de la realidad te envuelve y una vez que estás en él, salir es estruendosamente difícil.

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